domingo, 18 de mayo de 2014

SATANISMO EN DON ÁLVARO Y DON ALFONSO


En esta quinta y última jornada de Don Álvaro o la fuerza del sino, encontramos a Don Álvaro convertido en fraile, haciéndose llamar Padre Rafael. Este engaño, acentúa de nuevo el pensamiento romántico de que el mundo es todo máscara, como ya vimos también en la jornada tercera de la obra.
Además de la mentira, encontramos en esta jornada continuas alusiones al mundo satánico, diabólico.
El hermano Melitón, que representa al personaje cómico, (contraste entre lo cómico y lo sublime), es el primero en ver esos indicios de lo satánico en Don Álvaro:

Yo no me ofendo de que prefieran al P. Rafael. Lo que
digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere mucho,
padre nuestro, y echamos nuestras manos de
conversación. Pero tiene de cuando en cuando unas
salidas, y se da unas palmadas en la frente.... y habla
solo, y hace visajes como si viera algún espíritu.
Enlace a imagenelfindelmundoseacerca.com

El hermano Melitón critica al Padre Rafael, no piensa que sea tan bueno y generoso como los demás creen. Es el primero en cuestionarlo, y ya en su diálogo con el Padre Guardián aparecen indicios de lo que más tarde sucederá:

Tiene cosas muy raras. El otro día estaba cavando en la
huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en
broma: Padre, parece un mulato; y me echó una mirada,
y cerró el puño, y aún lo enarboló de modo que parecía
que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó la capucha
y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso

le dije por broma que
parecía entre los riscos un indio bravo: y me dio un
berrido que me aturrulló... Y como vino al convento de
un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni
sabemos dónde nació...

Observamos cómo el Padre Rafael (Don Álvaro) saca su carácter a relucir cada vez que el hermano Melitón le hace una broma referente a su raza, a su origen. Es eso lo que anticipa lo que luego ocurrirá entre Don Álvaro y Don Alfonso, pues este le hablará también de su origen, haciéndolo enfurecer hasta enfrentarse en un duelo con él.
Otra vez planea la sombra del misterio sobre Don Álvaro, como ocurría al principio de la obra. Su origen incierto hace sospechar sobre él, como le ocurre al hermano Melitón.

Seguimos encontrando referencias a todo lo relacionado con el infierno, continuamente en boca del hermano Melitón, apareciendo así el Padre Rafael como la encarnación de mismísimo demonio:

Pero, la verdad, siempre que lo miro me
acuerdo de aquello que V. Rma. nos ha contado muchas
veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de
cuando se hizo fraile de nuestra orden el demonio, y que
estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me
ocurre si el P. Rafael será alguna cosa así... pues tiene
unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...

Más tarde, tiene lugar en el convento la visita de Don Alfonso, que busca a Don Álvaro para satisfacer su sed de venganza y así poder por fin limpiar el honor de su familia:

D. ALFONSO. ¿El Padre Rafael está?
Tengo que verme con él.
H. MELITÓN. ¡Otro Padre Rafael! (Aparte.)
Amostazándome va.
D. ALFONSO. Responda pronto.
H. MELITÓN. (Con miedo.) Al momento.
Padres Rafaeles... hay dos.
¿Con cuál queréis hablar vos?
D. ALFONSO. Para mí mas que haya ciento.
El Padre Rafael... (Muy enfadado.)
H. MELITÓN. ¿El gordo?
¿El natural de Porcuna?
No os oirá cosa ninguna,
que es como una tapia sordo.
Y desde el pasado invierno
en la cama está tullido;
noventa años ha cumplido.
El otro es...
D. ALFONSO. El del infierno.
H. MELITÓN. Pues ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno...

Como vemos en este diálogo, incluso el propio Don Alfonso identifica al Padre Rafael como “el del infierno” (alusión a otro elemento satánico).

Es importante destacar la astucia del hermano Melitón, que no solo consigue ver desde un principio los rasgos satánicos presentes en el Padre Rafael, sino que también descubre características un tanto extrañas en Don Alfonso, y en tan solo su primer contacto con él:

¡Caramba!... ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina,
y me huele a chamusquina

Don Alfonso acude a hablar con Don Álvaro, que descubre sorprendido la identidad del hermano de Leonor:
¡O Dios!... ¡Qué veo! ¡Dios mío!
¿Pueden mis ojos burlarme?
¡Del marqués de Calatrava
viendo estoy la viva imagen!

Don Alfonso está dispuesto a lavar el nombre de su familia derramando la sangre de Don Álvaro, conocido ahora como el Padre Rafael:

Basta, que ya está dicho todo.
De mi hermano y de mi padre
me está pidiendo venganza
en altas voces la sangre.
Cinco años ha que recorro
con dilatados viajes
el mundo, para buscaros;
En un principio, como buen fraile, Don Álvaro se niega a batirse en duelo con Don Alfonso:

Los insultos y amenazas (Repuesto.)
que vuestros labios pronuncian
no tienen para conmigo
poder ni fuerza ninguna.
Antes como caballero
Supe vengar las injurias-
hoy humilde religioso
darles perdón y disculpa.

Incluso Don Álvaro se humilla ante su enemigo, arrodillándose ante él:

(Retirándose.) No, que aún fortaleza
para resistir la lucha
de las mundanas pasiones
me da Dios con bondad suma.
¡Ah! si mis remordimientos,
mis lágrimas, mis confusas
palabras, no son bastante
para aplacaros; si escucha
mi arrepentimiento humilde
sin caridad vuestra furia,
(Arrodíllase.)
prosternado a vuestras plantas
vedme, cual persona alguna
jamás me vio...

Don Alfonso provoca continuamente a Don Álvaro para que  este saque su lado más demoníaco y finalmente se enfrente a él, y aunque parece que Don Álvaro se resista a ser presa del infierno, finalmente acaba sucumbiendo a este cuando Don Alfonso se atreve a abofetearle:

D. ALFONSO. (Furioso.) ¿Te burlas
de mí, inicuo? Pues cobarde
combatir conmigo excusas,
no excusarás mi venganza.
Me basta la afrenta tuya:
toma. (Le da una bofetada.)
(Furioso y recobrando toda su energía)
D. ÁLVARO. ¿Qué hiciste? ¡¡¡insensato!!!
ya tu sentencia es segura:
hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda

La supuesta fe cristiana del Padre Rafael es contradicha por su conducta de signo totalmente opuesto: no sabe reprimir su orgullo, desata su furia en el momento en que es abofeteado ( en vez de poner la otra mejilla cristianamente) y acaba matando y suicidándose como veremos más adelante. A su lado, Leonor, revela una fe mucho más sencilla y elemental, que no conoce la lucha, sino una forma de entrega tranquila.
Parece así lógico, que en este drama donde los protagonistas pronuncian los votos y donde muchas de las partes se desarrollan en un convento, juegan un papel fundamental el pecado y la idea del infierno.

Otro claro indicio de esto que va a ocurrir lo observamos en el tiempo, en el clima, pues este está probablemente muy emparentado con los sucesos trágicos que tendrán lugar:

H. MELITÓN. La tarde está tempestuosa, va a llover a mares.

No solo observamos esto en los diálogos, sino también en las acotaciones:
ACOTACIÓN 1
El teatro representa un valle rodeado de riscos inaccesibles y de
malezas, atravesado por un arroyuelo. Sobre un peñasco accesible
con dificultad, y colocado al fondo, habrá una medio gruta, medio
ermita con puerta practicable, y una campana que pueda sonar y
tocarse desde dentro; el cielo representará el ponerse el sol de un
día borrascoso, se irá oscureciendo lentamente la escena y
aumentándose los truenos y relámpagos, DON ÁLVARO y DON
ALFONSO salen por un lado
ACOTACIÓN 2
Hay un rato de silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca,
crecen los relámpagos, y se oye cantar a lo lejos el Miserere a la
comunidad, que se acerca lentamente


Enlace a imagen: Elculturadenerea.com
Como ya hemos mencionado, no solo Don Álvaro encarna la figura del demonio, sino también el propio Don Alfonso, pues busca venganza, sangre, recuperar el honor de una forma violenta.


Finalmente, Don Álvaro decidido a batirse en duelo con Don Alfonso, (que ya conoce la verdadera procedencia del romántico) hiere de muerte al hermano de Leonor, descubriendo que la propia Leonor se encuentra en el mismo convento que él.
Esta, al acercase a su hermano herido,es acuchillada por él, pues este piensa que ambos amantes se encontraban juntos y  acaban muriendo ambos hermanos.
Tras esto, se producen una de las escenas más trágicas y satánicas de la jornada; Don Álvaro decide suicidarse llegando así al infierno:

Yo soy un enviado
del infierno, soy el demonio exterminador... Huid,
miserables.

Infierno, abre tu boca y trágame. Húndase el cielo,
perezca la raza humana; exterminio, destrucción... (Sube
a lo más alto del monte y se precipita.)

Vemos como el héroe se lamenta de haber sido “poseído” por el demonio, se arrepiente y decide acabar con su vida, puesto que ha visto a su amada morir ante sus ojos, ya la vida no tiene sentido. Se victimiza atribuyéndose el papel de víctima del demonio.
El sino está presente durante toda la obra, así como el azar, que juega malas pasadas a nuestro protagonista.
Podemos decir por tanto, que el destino y la mala suerte acompañan al personaje principal masculino durante todo el relato, a pesar de haber cambiado de identidad en alguna ocasión.
Don Álvaro tiene la necesidad de quitarse la vida, porque la fatalidad y la desventura le han acompañado allá donde ha ido, pero significativamente, no le han dado la muerte.
Resulta obvio que la sombra negra que le perseguía no perseguía su vida, sino su desgracia absoluta.







Bibliografía:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/introduccin-a-don-lvaro-o-la-fuerza-del-sino-0/html/ff239334-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
DE SAAVEDRA, Ángel: Don Álvaro o la fuerza del sino(1835) CÁTEDRA, Edición de Alberto Sánchez, 1980, Madrid.









No hay comentarios:

Publicar un comentario