En esta quinta y última jornada de Don Álvaro o la fuerza del sino, encontramos a Don Álvaro
convertido en fraile, haciéndose llamar Padre Rafael. Este engaño, acentúa de
nuevo el pensamiento romántico de que el mundo es todo máscara, como ya vimos
también en la jornada tercera de la obra.
Además de la mentira, encontramos en esta jornada continuas
alusiones al mundo satánico, diabólico.
El hermano Melitón, que representa al personaje cómico,
(contraste entre lo cómico y lo sublime), es el primero en ver esos indicios de
lo satánico en Don Álvaro:
Yo no me ofendo de que
prefieran al P. Rafael. Lo que
digo es que tiene su
genio. Y a mí me quiere mucho,
padre nuestro, y
echamos nuestras manos de
conversación. Pero tiene
de cuando en cuando unas
salidas, y se da unas
palmadas en la frente.... y habla
solo, y hace visajes
como si viera algún espíritu.
El hermano Melitón critica al Padre Rafael, no piensa que
sea tan bueno y generoso como los demás creen. Es el primero en cuestionarlo, y
ya en su diálogo con el Padre Guardián aparecen indicios de lo que más tarde
sucederá:
Tiene cosas muy raras.
El otro día estaba cavando en la
huerta, y tan pálido y
tan desemejado, que le dije en
broma: Padre, parece
un mulato; y me echó una mirada,
y cerró el puño, y aún
lo enarboló de modo que parecía
que me iba a tragar.
Pero se contuvo, se echó la capucha
y desapareció; digo,
se marchó de allí a buen paso
le dije por broma que
parecía entre los
riscos un indio bravo: y me dio un
berrido que me
aturrulló... Y como vino al convento de
un modo tan raro, y
nadie lo viene nunca a ver, ni
sabemos dónde nació...
Observamos cómo el Padre Rafael (Don Álvaro) saca su
carácter a relucir cada vez que el hermano Melitón le hace una broma referente
a su raza, a su origen. Es eso lo que anticipa lo que luego ocurrirá entre Don
Álvaro y Don Alfonso, pues este le hablará también de su origen, haciéndolo
enfurecer hasta enfrentarse en un duelo con él.
Otra vez planea la sombra del misterio sobre Don Álvaro,
como ocurría al principio de la obra. Su origen incierto hace sospechar sobre
él, como le ocurre al hermano Melitón.
Seguimos encontrando referencias a todo lo relacionado con
el infierno, continuamente en boca del hermano Melitón, apareciendo así el
Padre Rafael como la encarnación de mismísimo demonio:
Pero, la verdad,
siempre que lo miro me
acuerdo de aquello que
V. Rma. nos ha contado muchas
veces, y también se
nos ha leído en el refectorio, de
cuando se hizo fraile
de nuestra orden el demonio, y que
estuvo allá en un
convento algunos meses. Y se me
ocurre si el P. Rafael
será alguna cosa así... pues tiene
unos repentes, una
fuerza, y un mirar de ojos...
Más tarde, tiene lugar en el convento la visita de Don
Alfonso, que busca a Don Álvaro para satisfacer su sed de venganza y así poder
por fin limpiar el honor de su familia:
D. ALFONSO. ¿El Padre
Rafael está?
Tengo que verme con
él.
H. MELITÓN. ¡Otro
Padre Rafael! (Aparte.)
Amostazándome va.
D. ALFONSO. Responda
pronto.
H. MELITÓN. (Con miedo.)
Al momento.
Padres Rafaeles... hay
dos.
¿Con cuál queréis
hablar vos?
D. ALFONSO. Para mí
mas que haya ciento.
El Padre Rafael...
(Muy enfadado.)
H. MELITÓN. ¿El gordo?
¿El natural de
Porcuna?
No os oirá cosa
ninguna,
que es como una tapia
sordo.
Y desde el pasado
invierno
en la cama está
tullido;
noventa años ha
cumplido.
El otro es...
D. ALFONSO. El del
infierno.
H. MELITÓN. Pues ahora
caigo en quién es:
el alto, adusto,
moreno,
ojos vivos, rostro
lleno...
Como vemos en este diálogo, incluso el propio Don Alfonso
identifica al Padre Rafael como “el del infierno” (alusión a otro elemento
satánico).
Es importante destacar la astucia del hermano Melitón, que
no solo consigue ver desde un principio los rasgos satánicos presentes en el
Padre Rafael, sino que también descubre características un tanto extrañas en Don Alfonso, y en tan solo su primer
contacto con él:
¡Caramba!... ¡Qué raro
gesto!
Me da malísima espina,
y me huele a
chamusquina
Don Alfonso acude a hablar con Don Álvaro, que descubre
sorprendido la identidad del hermano de Leonor:
¡O Dios!... ¡Qué veo!
¡Dios mío!
¿Pueden mis ojos
burlarme?
¡Del marqués de
Calatrava
viendo estoy la viva
imagen!
Don Alfonso está dispuesto a lavar el nombre de su familia
derramando la sangre de Don Álvaro, conocido ahora como el Padre Rafael:
Basta, que ya está
dicho todo.
De mi hermano y de mi
padre
me está pidiendo
venganza
en altas voces la
sangre.
Cinco años ha que
recorro
con dilatados viajes
el mundo, para
buscaros;
En un principio, como buen fraile, Don Álvaro se niega a
batirse en duelo con Don Alfonso:
Los insultos y
amenazas (Repuesto.)
que vuestros labios
pronuncian
no tienen para conmigo
poder ni fuerza
ninguna.
Antes como caballero
Supe vengar las
injurias-
hoy humilde religioso
darles perdón y disculpa.
Incluso Don Álvaro se humilla ante su enemigo,
arrodillándose ante él:
(Retirándose.) No, que
aún fortaleza
para resistir la lucha
de las mundanas
pasiones
me da Dios con bondad
suma.
¡Ah! si mis
remordimientos,
mis lágrimas, mis
confusas
palabras, no son
bastante
para aplacaros; si
escucha
mi arrepentimiento
humilde
sin caridad vuestra
furia,
(Arrodíllase.)
prosternado a vuestras
plantas
vedme, cual persona
alguna
jamás me vio...
Don Alfonso provoca continuamente a Don Álvaro para
que este saque su lado más demoníaco y
finalmente se enfrente a él, y aunque parece que Don Álvaro se resista a ser
presa del infierno, finalmente acaba sucumbiendo a este cuando Don Alfonso se
atreve a abofetearle:
D. ALFONSO. (Furioso.)
¿Te burlas
de mí, inicuo? Pues
cobarde
combatir conmigo
excusas,
no excusarás mi
venganza.
Me basta la afrenta
tuya:
toma. (Le da una
bofetada.)
(Furioso y recobrando
toda su energía)
D. ÁLVARO. ¿Qué
hiciste? ¡¡¡insensato!!!
ya tu sentencia es
segura:
hora es de muerte, de
muerte.
El infierno me
confunda
La supuesta fe cristiana del Padre Rafael es contradicha por
su conducta de signo totalmente opuesto: no sabe reprimir su orgullo, desata su
furia en el momento en que es abofeteado ( en vez de poner la otra mejilla
cristianamente) y acaba matando y suicidándose como veremos más adelante. A su
lado, Leonor, revela una fe mucho más sencilla y elemental, que no conoce la
lucha, sino una forma de entrega tranquila.
Parece así lógico, que en este drama donde los protagonistas
pronuncian los votos y donde muchas de las partes se desarrollan en un
convento, juegan un papel fundamental el pecado y la idea del infierno.
Otro claro indicio de esto que va a ocurrir lo observamos en
el tiempo, en el clima, pues este está probablemente muy emparentado con los
sucesos trágicos que tendrán lugar:
H. MELITÓN. La tarde
está tempestuosa, va a llover a mares.
No solo observamos esto en los diálogos, sino también en las
acotaciones:
ACOTACIÓN 1
El teatro representa
un valle rodeado de riscos inaccesibles y de
malezas, atravesado
por un arroyuelo. Sobre un peñasco accesible
con dificultad, y
colocado al fondo, habrá una medio gruta, medio
ermita con puerta
practicable, y una campana que pueda sonar y
tocarse desde dentro;
el cielo representará el ponerse el sol de un
día borrascoso, se irá
oscureciendo lentamente la escena y
aumentándose los
truenos y relámpagos, DON ÁLVARO y DON
ALFONSO salen por un
lado
ACOTACIÓN 2
Hay un rato de
silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca,
crecen los relámpagos,
y se oye cantar a lo lejos el Miserere a la
comunidad, que se
acerca lentamente
Como ya hemos mencionado, no solo Don Álvaro encarna la
figura del demonio, sino también el propio Don Alfonso, pues busca venganza, sangre, recuperar el honor de una forma violenta.
Finalmente, Don Álvaro decidido a batirse en duelo con Don
Alfonso, (que ya conoce la verdadera procedencia del romántico) hiere de muerte
al hermano de Leonor, descubriendo que la propia Leonor se encuentra en el
mismo convento que él.
Esta, al acercase a su hermano herido,es acuchillada por él, pues este piensa que
ambos amantes se encontraban juntos y
acaban muriendo ambos hermanos.
Tras esto, se producen una de las escenas más trágicas y
satánicas de la jornada; Don Álvaro decide suicidarse llegando así al infierno:
Yo soy un enviado
del infierno, soy el
demonio exterminador... Huid,
miserables.
Infierno, abre tu boca
y trágame. Húndase el cielo,
perezca la raza
humana; exterminio, destrucción... (Sube
a lo más alto del
monte y se precipita.)
Vemos como el héroe se lamenta de haber sido “poseído” por
el demonio, se arrepiente y decide acabar con su vida, puesto que ha visto a su
amada morir ante sus ojos, ya la vida no tiene sentido. Se victimiza
atribuyéndose el papel de víctima del demonio.
El sino está presente durante toda la obra, así como el
azar, que juega malas pasadas a nuestro protagonista.
Podemos decir por tanto, que el destino y la mala suerte
acompañan al personaje principal masculino durante todo el relato, a pesar de
haber cambiado de identidad en alguna ocasión.
Don Álvaro tiene la necesidad de quitarse la vida, porque la
fatalidad y la desventura le han acompañado allá donde ha ido, pero
significativamente, no le han dado la muerte.
Resulta obvio que la sombra negra que le perseguía no
perseguía su vida, sino su desgracia absoluta.
Bibliografía:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/introduccin-a-don-lvaro-o-la-fuerza-del-sino-0/html/ff239334-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
DE SAAVEDRA, Ángel: Don Álvaro o la fuerza del sino(1835) CÁTEDRA, Edición de Alberto Sánchez, 1980, Madrid.
DE SAAVEDRA, Ángel: Don Álvaro o la fuerza del sino(1835) CÁTEDRA, Edición de Alberto Sánchez, 1980, Madrid.
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