martes, 27 de mayo de 2014

PODER Y VIOLENCIA EN "BODAS DE SANGRE"

En cuanto al poder, como sabemos, es la madre del Novio la que lo ejerce. Ella tiene la mayor autoridad puesto que la figura paterna no está. Si el padre estuviera vivo, posiblemente sería él el que desempeñara el papel de mayor poder, por encima de la Madre.
 La Madre es fuerte, honrada y dominante. Suele aconsejar al Novio sobre cómo ha de tratar a la Novia. Según ella, el hombre es el que debe tener el papel dominante y la mujer debe ser sumisa a él:

Madre: Con tu mujer procura estar cariñoso, y si la notas infautada o arisca, hazle una caricia que le produzca un poco de daño, un abrazo fuerte, un mordisco y luego un beso suave. Que ella no pueda disgustarse, pero que sienta que tú eres el macho, el amo, el que mandas. Así aprendí de tu padre. Y como no lo tienes, tengo que ser yo la que te enseñe estas fortalezas.

Es importante destacar el poder que ejercían los padres sobre los hijos. Estos deben acatar las órdenes de ellos a pesar de sus propios sentimientos.
Aunque en un primer momento creamos que el poder que ejerce la Madre es el superior, no es así. La pasión amorosa es mucho más fuerte y poderosa, ya que es essa pasión la que lleva a la Novia y a Leonardo a huir en plena boda, que guiados por sus sentimientos, deciden dar rienda suelta a su amor:

Novia:
¿Adónde me llevas?
Leonardo:
A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!

Si creemos que es la pasión la que ejerce el mayor poder en la obra, luego nos damos cuenta que no es del todo así, pues hay algo que puede con la pasión y que de hecho, acaba con ella: la muerte, que aparece siempre triunfante.
También es necesario recalcar el poder que ejerce la naturaleza en dicha obra; aparecen a lo largo de esta, numerosas flores, todas ellas con distintas connotaciones simbólicas. Un ejemplo de ello, sería el azahar de la novia. Este, simboliza la pureza y castidad de la protagonista. Aunque cuando esta lo lanza, podría ser síntoma de su falta de pureza. Como vemos, es la naturaleza tan poderosa, que a través de ella podemos conocer la importancia no solo de las palabras, sino también de los gestos de los personajes.

 La naturaleza además, guarda relación con la luna, pues esta preside como ya hemos dicho en otras ocasiones, los ritmos de vegetación. Esa relación con la luna, (uno de los mayores elementos con poder en la obra), hace que la naturaleza también adquiera un  gran poder.

 En Bodas de Sangre está presente además, el poder varonil, representado en ciertas ocasiones por la Madre (que actúa en nombre de su marido), y por supuesto, está presente sobre todo en Leonardo; un hombre fuerte, apasionado y vigoroso, que lleva las riendas en la relación y es capaz de abandonar a su familia por la pasión que siente hacia la Novia.

Sería interesante también hablar del no poder que ejercen las mujeres, sobre todo la protagonista, pues no tiene poder de decisión sobre su vida y decide casarse con un hombre al que no ama. Ese no poder, podría relacionarse además con la mujer de Leonardo. Pues vemos que ella no tiene ningún poder sobre este, que prefiere abandonarla por la Novia.

Referente a la violencia, en primer lugar es ya muy significativo el título que da nombre a esta obra lorquiana: Bodas de Sangre. Este, alude a cómo acaba la boda, a ese final violento que termina en sangre. Quizás haga referencia también a la mezcla de ambas sangres: la de la Novia y la del Novio.
La violencia está presente durante toda la trama. Lo vemos desde un principio en la Madre, que tiene siempre presente cómo murieron su hijo y su marido y vive obsesionada con sus recuerdos. Estos, fueron asesinados por los Félix con una navaja. De ahí la toda la violencia que encierra las continuas referencias a esta:
Novio: Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.
 Madre: ¿Para qué?
 Novio:(Riendo)Para cortarlas
Madre: (Entre dientes y buscándola)La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el
bribón que las inventó.  
Novio:Vamos a otro asunto.
 Madre: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y
los bieldos de la era.

Y no es solo la navaja uno de los elementos que guarda relación con la violencia, sino también elementos como la Luna y la Mendiga, que propician el encuentro de los amantes y con ello, la lucha entre Leonardo y el Novio, que acaba con la muerte de ambos:

Mendiga:
Ilumina el chaleco y aparta los botones,
que después las navajas ya saben el camino.
Luna:
Pero que tarden mucho en morir. Que la sangre
me ponga entre los dedos su delicado silbo.
¡Mira que ya mis valles de ceniza despiertan
en ansia de esta fuente de chorro estremecido!

Hay incluso una violación de las “normas establecidas”, puesto que a los amantes se les priva de la libertad de elegir, y por tanto, esto hace que rompan con los estereotipos y se dejen llevar por la pasión.

Otro factor que lleva a la violencia en esta obra, sería la venganza. Pues esta no solo estaría presente en Don Álvaro o la fuerza del sino, ya que también podría esconderse  en los deseos de la Madre, y que fuera este uno de los motivos por los que ella deseara que el Novio encontrara a la Novia y a Leonardo, para así hacerle pagar a este todo el mal que el mismo hizo a su familia.
Finalmente, podemos decir que la violencia es casi siempre fruto del amor imposible de los protagonistas, es ese el motivo que mueve a los personajes a actuar de manera violenta. 


Bibliografía:
GARCÍA LORCA, Federico: Bodas de Sangre  LOSADA, 1976, Argentina


domingo, 18 de mayo de 2014

SIMBOLOGÍA EN "BODAS DE SANGRE"

Bodas de Sangre (1931), ha sido catalogada por algunos críticos como la obra lorquiana más importante. Llegan a afirmar que las tres palabras que resumen en cierta manera esta gran obra son: fecundidad, sangre y muerte.
Podemos decir que el tema fundamental que plantea esta obra es la muerte. Como se deja ya entrever en el título de la propia obra. Un título muy significativo, que anticipa la trama.
Hay elementos simbólicos que cobran gran importancia durante toda la obra, llegando incluso a convertirse estos en protagonistas de la misma. Se insiste mucho en el cuchillo, indicando de nuevo la tragedia que tendrá lugar después.

Encontramos en Bodas de Sangre continuas referencias a la navaja, el puñal y el cuchillo, símbolos de lo funesto, como podemos ver en las palabras de la Madre:

La navaja, la navaja…Malditas sean todas y el bribón que las inventó.

Estas connotaciones negativas en boca de la Madre, tienen su razón en que la navaja, le recuerda a la muerte de su marido y su hijo. Por tanto, ya hay parentesco entre la navaja y la muerte, entre la navaja y el dolor. “El cuchillo es la muerte y es su causa”.

La Luna, considerada por Álvarez de Miranda “agente y símbolo de fecundidad, de vida y de muerte” cobra vida en la obra personificándose:

Luna:
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles

La Luna es una constante en García Lorca, no solo en Bodas de Sangre. Con su claridad, la Luna va a dar lugar al encuentro fatal:

Cuando salga la luna los verán

Algunos leñadores la mencionan lamentándose:
¡Ay luna que sales!

Otros, dicen claramente:
¡Ay luna mala!

La Luna personificada, canta furiosa y altiva su ansia de sangre, de causar dolor:

Esta noche tendrán mis mejillas roja sangre…
¡Un corazón para mí!

La plata se asemeja a esta por su color, por su brillo, por lo que también ella envuelve la tragedia.
Cabe destacar que la Luna no actúa sola, sino acompañada por otro personaje; la Mendiga (que representa a la Muerte). Es la Luna la que trae junto con la Mendiga, la muerte de los varones protagonistas.
Muerte y Luna se alían:

Luna: ¡Allí vienen!
Mendiga:
¡De prisa! Mucha luz. ¿Me has oído?
¡No pueden escaparse!

Cuando ambas intervienen, dan paso a la fantasía, dejando de un lado el realismo de los anteriores actos en los que estas no aparecían. Cobra importancia la naturaleza, muy presente en el autor, pues es su tierra la que le sirve de inspiración para su tragedia.

Hallamos además elementos musicales que nos liberan de ese cierto realismo, como vemos en:
Despierte la novia
la mañana de la boda;
ruede la ronda
y en cada balcón una corona.

Como hemos dicho, la importancia de la naturaleza reside también en alusión continua al mundo floral. Aparecen flores, laureles, jazmines, azahares… (estos dos últimos, símbolos de pureza y castidad de la Novia, que como vemos cuando tira el azahar no es tan “pura”). Además, se relacionan con la luna, ya que esta preside los ritmos de vegetación. Cobra importancia la mención al trigo, que asegura la continuidad de la vida:
Tu padre sí que me llevaba. Eso es de buena
casta. Sangre. Tu abuelo dejó a un hijo en cada esquina
Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo.

Referente al caballo, diremos que este animal se relaciona con el sexo, la virilidad y la fuerza, aunque también con la muerte. De ahí que se le relacione con el único personaje de la obra que lleva nombre, Leonardo; que se identifica también con el león (fuerza).
El caballo encarna tanto la fatal atracción sexual (pues ambos amantes huyen en él y este los lleva al bosque, donde  podrán dar rienda suelta a su amor), como a la muerte, pues los llevará al lugar fatídico donde aparecerá la Luna, dando muerte al jinete. El caballo por tanto, es también símbolo de pasión.

Mujer: ¡Han huido! ¡Han huido! Ella y Leonardo. En el caballo. Van abrazados, como 
una exhalación.



Al hablar del agua, diremos que esta se presenta de distintas formas:
El agua purificada y limpia es fresca:

Al agua se tiren las honradas,
Las limpias; ¡esas no!

El agua negra es el agua envenenada, sucia.

El caballo grande que no quiso el agua/
El agua era negra…

 El agua es también símbolo de lo pasional. Cuando la Novia está en el bosque, tiene sed, quizás sed de pasión. Puede representar la represión del individuo. Cuando esta aparece estancada, puede ser más bien símbolo de  muerte.



Finalmente, sería interesante referirnos a la sangre, como otro elemento clave en Bodas de Sangre. Como ya hemos mencionado, el título de la obra ya hace alusión a este elemento; y es que por un lado, se refiere a la sangre como estirpe de la familia. Por otro lado, la sangre implica violencia, como vemos en la muerte de Leonardo y el Novio. La primera representación de la sangre aparece también en otra de las obras de Lorca; Yerma, aunque aquí la sangre aparece como símbolo de vitalidad, más que como símbolo de muerte y pasión como ocurre en Bodas de Sangre.






BIbliografía:
GARCÍA LORCA, Federico: Bodas de Sangre  LOSADA, 1976, Argentina
Pdf copistería




SATANISMO EN DON ÁLVARO Y DON ALFONSO


En esta quinta y última jornada de Don Álvaro o la fuerza del sino, encontramos a Don Álvaro convertido en fraile, haciéndose llamar Padre Rafael. Este engaño, acentúa de nuevo el pensamiento romántico de que el mundo es todo máscara, como ya vimos también en la jornada tercera de la obra.
Además de la mentira, encontramos en esta jornada continuas alusiones al mundo satánico, diabólico.
El hermano Melitón, que representa al personaje cómico, (contraste entre lo cómico y lo sublime), es el primero en ver esos indicios de lo satánico en Don Álvaro:

Yo no me ofendo de que prefieran al P. Rafael. Lo que
digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere mucho,
padre nuestro, y echamos nuestras manos de
conversación. Pero tiene de cuando en cuando unas
salidas, y se da unas palmadas en la frente.... y habla
solo, y hace visajes como si viera algún espíritu.
Enlace a imagenelfindelmundoseacerca.com

El hermano Melitón critica al Padre Rafael, no piensa que sea tan bueno y generoso como los demás creen. Es el primero en cuestionarlo, y ya en su diálogo con el Padre Guardián aparecen indicios de lo que más tarde sucederá:

Tiene cosas muy raras. El otro día estaba cavando en la
huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en
broma: Padre, parece un mulato; y me echó una mirada,
y cerró el puño, y aún lo enarboló de modo que parecía
que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó la capucha
y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso

le dije por broma que
parecía entre los riscos un indio bravo: y me dio un
berrido que me aturrulló... Y como vino al convento de
un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni
sabemos dónde nació...

Observamos cómo el Padre Rafael (Don Álvaro) saca su carácter a relucir cada vez que el hermano Melitón le hace una broma referente a su raza, a su origen. Es eso lo que anticipa lo que luego ocurrirá entre Don Álvaro y Don Alfonso, pues este le hablará también de su origen, haciéndolo enfurecer hasta enfrentarse en un duelo con él.
Otra vez planea la sombra del misterio sobre Don Álvaro, como ocurría al principio de la obra. Su origen incierto hace sospechar sobre él, como le ocurre al hermano Melitón.

Seguimos encontrando referencias a todo lo relacionado con el infierno, continuamente en boca del hermano Melitón, apareciendo así el Padre Rafael como la encarnación de mismísimo demonio:

Pero, la verdad, siempre que lo miro me
acuerdo de aquello que V. Rma. nos ha contado muchas
veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de
cuando se hizo fraile de nuestra orden el demonio, y que
estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me
ocurre si el P. Rafael será alguna cosa así... pues tiene
unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos...

Más tarde, tiene lugar en el convento la visita de Don Alfonso, que busca a Don Álvaro para satisfacer su sed de venganza y así poder por fin limpiar el honor de su familia:

D. ALFONSO. ¿El Padre Rafael está?
Tengo que verme con él.
H. MELITÓN. ¡Otro Padre Rafael! (Aparte.)
Amostazándome va.
D. ALFONSO. Responda pronto.
H. MELITÓN. (Con miedo.) Al momento.
Padres Rafaeles... hay dos.
¿Con cuál queréis hablar vos?
D. ALFONSO. Para mí mas que haya ciento.
El Padre Rafael... (Muy enfadado.)
H. MELITÓN. ¿El gordo?
¿El natural de Porcuna?
No os oirá cosa ninguna,
que es como una tapia sordo.
Y desde el pasado invierno
en la cama está tullido;
noventa años ha cumplido.
El otro es...
D. ALFONSO. El del infierno.
H. MELITÓN. Pues ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno...

Como vemos en este diálogo, incluso el propio Don Alfonso identifica al Padre Rafael como “el del infierno” (alusión a otro elemento satánico).

Es importante destacar la astucia del hermano Melitón, que no solo consigue ver desde un principio los rasgos satánicos presentes en el Padre Rafael, sino que también descubre características un tanto extrañas en Don Alfonso, y en tan solo su primer contacto con él:

¡Caramba!... ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina,
y me huele a chamusquina

Don Alfonso acude a hablar con Don Álvaro, que descubre sorprendido la identidad del hermano de Leonor:
¡O Dios!... ¡Qué veo! ¡Dios mío!
¿Pueden mis ojos burlarme?
¡Del marqués de Calatrava
viendo estoy la viva imagen!

Don Alfonso está dispuesto a lavar el nombre de su familia derramando la sangre de Don Álvaro, conocido ahora como el Padre Rafael:

Basta, que ya está dicho todo.
De mi hermano y de mi padre
me está pidiendo venganza
en altas voces la sangre.
Cinco años ha que recorro
con dilatados viajes
el mundo, para buscaros;
En un principio, como buen fraile, Don Álvaro se niega a batirse en duelo con Don Alfonso:

Los insultos y amenazas (Repuesto.)
que vuestros labios pronuncian
no tienen para conmigo
poder ni fuerza ninguna.
Antes como caballero
Supe vengar las injurias-
hoy humilde religioso
darles perdón y disculpa.

Incluso Don Álvaro se humilla ante su enemigo, arrodillándose ante él:

(Retirándose.) No, que aún fortaleza
para resistir la lucha
de las mundanas pasiones
me da Dios con bondad suma.
¡Ah! si mis remordimientos,
mis lágrimas, mis confusas
palabras, no son bastante
para aplacaros; si escucha
mi arrepentimiento humilde
sin caridad vuestra furia,
(Arrodíllase.)
prosternado a vuestras plantas
vedme, cual persona alguna
jamás me vio...

Don Alfonso provoca continuamente a Don Álvaro para que  este saque su lado más demoníaco y finalmente se enfrente a él, y aunque parece que Don Álvaro se resista a ser presa del infierno, finalmente acaba sucumbiendo a este cuando Don Alfonso se atreve a abofetearle:

D. ALFONSO. (Furioso.) ¿Te burlas
de mí, inicuo? Pues cobarde
combatir conmigo excusas,
no excusarás mi venganza.
Me basta la afrenta tuya:
toma. (Le da una bofetada.)
(Furioso y recobrando toda su energía)
D. ÁLVARO. ¿Qué hiciste? ¡¡¡insensato!!!
ya tu sentencia es segura:
hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda

La supuesta fe cristiana del Padre Rafael es contradicha por su conducta de signo totalmente opuesto: no sabe reprimir su orgullo, desata su furia en el momento en que es abofeteado ( en vez de poner la otra mejilla cristianamente) y acaba matando y suicidándose como veremos más adelante. A su lado, Leonor, revela una fe mucho más sencilla y elemental, que no conoce la lucha, sino una forma de entrega tranquila.
Parece así lógico, que en este drama donde los protagonistas pronuncian los votos y donde muchas de las partes se desarrollan en un convento, juegan un papel fundamental el pecado y la idea del infierno.

Otro claro indicio de esto que va a ocurrir lo observamos en el tiempo, en el clima, pues este está probablemente muy emparentado con los sucesos trágicos que tendrán lugar:

H. MELITÓN. La tarde está tempestuosa, va a llover a mares.

No solo observamos esto en los diálogos, sino también en las acotaciones:
ACOTACIÓN 1
El teatro representa un valle rodeado de riscos inaccesibles y de
malezas, atravesado por un arroyuelo. Sobre un peñasco accesible
con dificultad, y colocado al fondo, habrá una medio gruta, medio
ermita con puerta practicable, y una campana que pueda sonar y
tocarse desde dentro; el cielo representará el ponerse el sol de un
día borrascoso, se irá oscureciendo lentamente la escena y
aumentándose los truenos y relámpagos, DON ÁLVARO y DON
ALFONSO salen por un lado
ACOTACIÓN 2
Hay un rato de silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca,
crecen los relámpagos, y se oye cantar a lo lejos el Miserere a la
comunidad, que se acerca lentamente


Enlace a imagen: Elculturadenerea.com
Como ya hemos mencionado, no solo Don Álvaro encarna la figura del demonio, sino también el propio Don Alfonso, pues busca venganza, sangre, recuperar el honor de una forma violenta.


Finalmente, Don Álvaro decidido a batirse en duelo con Don Alfonso, (que ya conoce la verdadera procedencia del romántico) hiere de muerte al hermano de Leonor, descubriendo que la propia Leonor se encuentra en el mismo convento que él.
Esta, al acercase a su hermano herido,es acuchillada por él, pues este piensa que ambos amantes se encontraban juntos y  acaban muriendo ambos hermanos.
Tras esto, se producen una de las escenas más trágicas y satánicas de la jornada; Don Álvaro decide suicidarse llegando así al infierno:

Yo soy un enviado
del infierno, soy el demonio exterminador... Huid,
miserables.

Infierno, abre tu boca y trágame. Húndase el cielo,
perezca la raza humana; exterminio, destrucción... (Sube
a lo más alto del monte y se precipita.)

Vemos como el héroe se lamenta de haber sido “poseído” por el demonio, se arrepiente y decide acabar con su vida, puesto que ha visto a su amada morir ante sus ojos, ya la vida no tiene sentido. Se victimiza atribuyéndose el papel de víctima del demonio.
El sino está presente durante toda la obra, así como el azar, que juega malas pasadas a nuestro protagonista.
Podemos decir por tanto, que el destino y la mala suerte acompañan al personaje principal masculino durante todo el relato, a pesar de haber cambiado de identidad en alguna ocasión.
Don Álvaro tiene la necesidad de quitarse la vida, porque la fatalidad y la desventura le han acompañado allá donde ha ido, pero significativamente, no le han dado la muerte.
Resulta obvio que la sombra negra que le perseguía no perseguía su vida, sino su desgracia absoluta.







Bibliografía:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/introduccin-a-don-lvaro-o-la-fuerza-del-sino-0/html/ff239334-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.htm
DE SAAVEDRA, Ángel: Don Álvaro o la fuerza del sino(1835) CÁTEDRA, Edición de Alberto Sánchez, 1980, Madrid.









lunes, 12 de mayo de 2014

FALSAS IDENTIDADES



 Durante esta tercera jornada, Don Carlos se ve envuelto en una pelea con unos soldados que intentan estafarlo en el juego de las cartas. La casualidad menos casual, es que es Don Álvaro quien lo salva de morir en manos de aquel grupo de soldados.

Ambos, se encuentran en Italia por motivos aparentemente dispares pero íntimamente ligados: Leonor.
Don Carlos ha ido en busca del indiano que ha deshonrado a su familia, mientras que Don Álvaro ha huido a Italia a batallar, buscando una muerte honrada. De nuevo el destino va contra el protagonista, que se topa con uno de sus peores enemigos.
Cuando Don Álvaro salva al hermano de Leonor, este se muestra muy agradecido y ambos se presentan.

Mil gracias os doy, señor;
sin vuestro heroico valor
de cierto estaba perdido;

Es curioso como ninguno de los dos se presenta por su verdadero nombre, y es que en ocasiones, ocultar la verdad es necesario para que los personajes consigan sus propósitos. Hay un engaño; que no solo se produce en esta jornada, como podemos observar de nuevo en la quinta.
Don Carlos se presenta como el teniente coronel “don Féliz de Avendaña” y Don Álvaro como “don Fadrique de Herreros”:

soy don Félix de Avendaña,
que he venido a esta campaña
sólo por curiosidad.
Soy teniente coronel…
Soy... don Fadrique de Herreros,
capitán de granaderos
del regimiento del Rey.

Ambos, sin verdaderamente reconocerse, forjan una buena amistad. Sin embargo, esta vez se repite la historia pero al revés: es ahora Don Carlos el que salva a Don Álvaro, herido de bala durante una batalla.

¡Dios eterno!
¡Con salvarme de la muerte,
qué gran daño me habéis hecho!
 No digáis tal, don Fadrique,
cuando tan vano me encuentro
de que salvaros la vida
me haya concedido el cielo.

Incluso tras ser salvado, vemos como el protagonista hubiera deseado la muerte, lamentando estar vivo.
Tras el incidente, Don Álvaro cree estar moribundo y pide a Don Félix un favor: Quemar un sobre que se encuentra en el interior de su maleta, en una caja cerrada con llave, pero le ruega que no vea el contenido del sobre. El hermano de Leonor, acepta y le promete que lo hará.
Cuando todo parece estar arreglado, Don Álvaro se agita al oír el nombre de "Calatrava", algo que hace sospechar a Don Carlos, pues llega a pensar que Don Fadrique puede ser el causante de la muerte de su padre.

El nombre de Calatrava
¿qué tendrá?, ¿qué tendrá... tiemblo,
de terrible a sus oídos?

Es a raíz de sus sospechas que el personaje Don Carlos, entabla un soliloquio en el que expresa sus dudas más profundas.
Por un lado, siente la obligación de salvarlo, puesto que Don Álvaro lo salvó antes a él y ahora desea agradecérselo de la misma manera:

¿Ha de morir...¡qué rigor!
tan bizarro militar?
Si no lo puedo salvar
será eterno mi dolor.
Puesto que él me salvó a mí,
y desde el momento aquel
que guardó mi vida él,
guardar la suya ofrecí.

Por otro lado, sus sentimientos son contradictorios ya que hay indicios que lo llevan a pensar que este puede ser el hombre que tanto buscaba:
¿Podrá ser éste el traidor,
de mi sangre deshonor,
el que a buscar vine aquí.
(Furioso y empuñando la espada.)
¿Y aún respira?...

Se muestra en el monólogo un continuo debate en el que se contraponen dos ideas como vemos más arriba: La idea de que debe salvarle la vida al igual que él se la salvó, puesto que se ha convertido en su amigo. Pero también le acecha la idea de la duda, la sospecha. Es por ello que decide poner fin al misterio abriendo la maleta de su amigo, al que le prometió que no lo haría. Al final, por ese motivo, por su promesa, decide no traicionarlo.No abre la caja que debe quemar, sino que busca otras pruebas que puedan ocultarse entre sus cosas.
Efectivamente, da con la prueba del delito; una fotografía de Leonor. Es entonces cuando de nuevo se establece un conflicto entre sus ideales, desea que Don Álvaro muera pero que sea él el que lo mate.

Mas... ¡ah!... no me precipite
mi honra, cielos, ofendida.
Guardad a este hombre la vida
para que yo se la quite

Si el tema del amor está tan presente como veíamos en la entrada anterior, igual de presente se encuentra el tema del honor, una de las señas de identidad más importantes. Por un lado, significa el reconocimiento público de su persona; por otro, constituye su propia dignidad moral. Este honor estaría representado por el Marqués de Calatrava y los hijos de este, siendo este honor el que conlleva a la tragedia.

Finalmente, podemos decir que esta obra romántica, está marcada por el destino, que desencadena sucesos trágicos: la muerte de muchos personajes, incluso de los propios protagonistas. 
Además, podemos relacionar Don Álvaro o la fuerza del sino con Don Juan Tenorio, pues en ambas obras aparece la ciudad de Sevilla como espacio, en ambas se producen duelos de los protagonistas con otros personajes y también está presente en las dos el tema del amor y de la muerte.Destacamos además de dichas obras, la aparición de monólogos de los personajes principales.
Enlace a imagen: imagenesdelamuerte.com



Bibliografía:
 file:///C:/Users/Packard-Bell/Documents/DCIM/28230502.pdf
DE SAAVEDRA, Ángel: Don Álvaro o la fuerza del sino(1835) CÁTEDRA, Edición de Alberto Sánchez, 1980, Madrid.